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    Maíz y Biodiversidad: El debate sigue abierto.
 


Diana Ponce-Nava

En el tema maíz y biodiversidad, el debate sigue abierto en nuestro país. En este trabajo, hablaremos brevemente de dos actividades relacionadas: la importación de maíz genéticamente modificado (GM), y la liberación al ambiente de maíz GM.

En el primer tema, debe señalarse que está permitida en nuestro país, la importación de 6 variedades de maíz transgénico. Aunque no hay datos precisos, según el diario The New York Times , México está importando de los Estados Unidos de América, 8 millones de toneladas de maíz como forraje, de los que 5 millones son semillas susceptibles de cultivarse. Otro periódico estadounidense, The Chicago Tribune afirma que aunque no se sabe a ciencia cierta, se estima que 50 por ciento de ese maíz importado es transgénico. El Informe denominado “Maíz y Biodiversidad: Efectos del maíz transgénico en México”, de finales del 2004, auspiciado por la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte (CCA), calcula que las importaciones mexicanas de maíz estadounidense son transgénicas en una proporción de 25 a 30 por ciento.

Tras 2 años de trabajo, y con la ayuda de un Grupo Asesor sobre Maíz y Biodiversidad, el Informe de la CCA encontró que aunque está confirmada la presencia de transgenes en los maíces criollos mexicanos, hasta ahora no es posible afirmar o probar que haya ningún daño o riesgos a la salud, el medio ambiente o a la biodiversidad. El informe también afirmó contundentemente que el maíz tiene importantes valores culturales, simbólicos y espirituales para la mayoría de los mexicanos y estos valores deben ser protegidos.

Al respecto, el Grupo Asesor reconoció que por milenios, los campesinos mexicanos han manejado sus cosechas, particularmente el maíz, guardando semillas de la cosecha del año anterior, intercambiándolas con otros y plantando nuevas semillas cuando surge la oportunidad de hacerlo. La hipótesis de la contaminación es que el maíz GM fue distribuido a través de las tiendas gubernamentales de DICONSA, para forraje, pero fue plantado por los campesinos mexicanos; debido a su polinización abierta, el maíz transgénico se mezcló con los maíces criollos.

Así pues, la misma práctica tradicional que ha generado maíz genéticamente sofisticado, está alterando la pureza de dicho maíz, afectando la situación de México como banco de semillas de maíz del mundo.

Con base en lo anterior, los científicos participantes en el Grupo Asesor concluyeron que los cultivos y la población rural no pueden ser separados, y recomiendan que se aplique el principio de precaución en la toma decisiones, se etiquete el maíz transgénico importado o que sea molido al momento de entrar al país, para evitar que las semillas transgénicas importadas lleguen al campo mexicano.

En sus comentarios al multicitado informe de la CCA, el Gobierno de lo EUA argumentó que las conclusiones y recomendaciones no se derivan de información científica disponible, además de que es contrario a las disposiciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Por otro lado, señaló que la aplicación de esas recomendaciones significaría la imposición de límites innecesarios a las exportaciones de maíz de alta calidad de los productores que operan al amparo del TLC, así como a los beneficios ambientales de la biotecnología.

En México, las importaciones de maíz, principalmente para forraje, no se han detenido. Los requerimientos en materia de etiquetado de la nueva Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados , requieren de la elaboración y publicación de normas oficiales mexicanas para ser aplicables.

Aunque aparentemente hay una contradicción en el Informe “Maíz y Biodiversidad” al afirmar que no hay evidencia de algún impacto en el maíz originario de México o en los ecosistemas en las anteriores consideraciones, y luego hacer una serie de recomendaciones, sin duda costosas de instrumentar, en realidad no hay tal contradicción. Si México es la cuna y origen del maíz, ningún cuidado adicional puede considerarse excesivo. En este sentido, la percepción de los mexicanos respecto al equilibrio entre certidumbre científica y las prioridades socioeconómicas tiene que ser necesariamente distinta de la percepción que se tiene en Estados Unidos al respecto.

Lo que es más, el caso del maíz mexicano se está convirtiendo en la vanguardia de lo que sin duda ocurrirá con el arroz en la India, la papa sudamericana y el sorgo africano.

En relación con la liberación de maíz GM al ambiente, la moratoria de facto que existía en México desde 1998, para recibir solicitudes para liberación al ambiente de maíz genéticamente modificado fue levantada, por acuerdo de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados el 13 de agosto de 2003. Sin embargo, la entrada en vigor, el pasado 30 de abril de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente modificados , estableciendo el marco para otorgar permisos de liberación experimental, la liberación en programa piloto -incluyendo la importación- y la liberación comercial al ambiente -incluyendo también la importación- de organismos genéticamente modificados (OGMs), nos recuerda que el debate sobre la utilización de OGMs en nuestro país tiene aún muchas aristas y temas por resolver. Esto es particularmente aplicable al caso del maíz.

En EUA y Canadá se autorizó desde hace cerca de 10 años, maíz GM con transgenes resistentes a herbicidas y a insectos, para producción comercial, sin ningún impacto evidente en el medio ambiente o la salud. Pero en México, hay una mayor biodiversidad y existe el teocinte, que no existe en EUA o en Canadá. Las evaluaciones de impacto realizadas en Estados Unidos no han sido replicadas en México. Adicionalmente hay que contestar a la difícil pregunta sobre si es posible la coexistencia de los cultivos GM y las prácticas agrícolas tradicionales del campo mexicano.

El tema clave es la aplicación del principio de precaución, establecido en diversos tratados internacionales y en el artículo 63 de la Ley de Bioseguridad. Esto también amerita discusión. Para unos, el principio de precaución significa la cancelación de una actividad. Para otros, es la autorización de actividades con algún nivel de riesgo, sujetas a cuidadoso y estricto monitoreo.

En el capítulo 4 del estudio que sustentó el Informe “Maíz y Biodiversidad”, intitulado “Evaluación de Efectos en los Ecosistemas Naturales” se enfatiza en la necesidad de más investigación y consideración de los vínculos entre biodiversidad y funcionamiento de los ecosistemas. Se dice también que es igualmente importante cuantificar y predecir el nivel de impacto del maíz transgénico en las prácticas agrícolas y paisajes. En resumen, deben evaluarse las consecuencias de la introducción de maíz transgénico, justamente en las áreas en dónde va a ocurrir.

Conforme al artículo 29 de la Ley de Bioseguridad, debe establecerse, en el plazo de un año a partir de su entrada en vigor, un programa para el desarrollo de la bioseguridad y la biotecnología, cuya formulación estará a cargo del CONACYT, con base en las propuestas de las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal. La propia ley señala que deberán tomarse en cuenta las opiniones y propuestas en las comunidades científica, académica, tecnológica y sector productivo.

Hay que tomar en cuenta, que el debate en México, estará inserto en el debate internacional. En el aspecto ambiental, vale la pena resaltar que mejorando las semillas y los cultivos, hacia el 2050, con una población de 9.000 millones de personas (6.300 millones al día de hoy), y con el mismo nivel tecnológico, habría que abrir al cultivo un 43 por ciento de tierra, en comparación con la superficie agraria útil actual, que se sitúa en torno a 1.500 millones de hectáreas. Esto significaría desforestar 640 millones de hectáreas de nuevas tierras, con todo el deterioro que ello significaría.

Finalmente hay que considerar la guerra comercial. Estados Unidos exporta alrededor del 20% de su producción de maíz, compitiendo con otros países, como Argentina y China. Las importaciones de maíz estadounidense realizadas por la Comunidad Europea pasaron de 3,3 millones de toneladas en 1995 a 25.934 en 2002, mientras que las importaciones de maíz argentino pasaron de medio millón de toneladas a 1,5 millones en el mismo período.

Habrá que observar qué suerte corre la denuncia de Estados Unidos, país líder en cultivos GM, ante la OMC contra la moratoria europea aplicada desde 1998. Esta denuncia cuenta con el apoyo de países como Canadá, Egipto y Argentina. Además, otros nueve países -Australia, Chile, Colombia, El Salvador, Honduras, México, Nueva Zelanda, Perú y Uruguay- en calidad de “terceras partes”.




 
   
 
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