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Fertilizantes sintéticos envenenan los oceanos

22/07/2009

En el mundo hay más de 150 “zonas muertas” por falta de oxígeno



Thelma Gómez Durán
El Universal
politica@eluniversal.com.mx

El mar se muere y no es una metáfora. La prueba está en el golfo de México, justo frente a las costas de Texas y Lousiana. Ahí, cada verano más de 20 mil kilómetros del océano son declarados “zona muerta”, porque no hay el oxígeno suficiente para que sobrevivan los peces. No es la única área que presenta el fenómeno. Se han identificado 146 sitios con estas características, una de ellas en territorio mexicano, en el golfo de California.

Estas zonas muertas aumentarán a causa de la contaminación y del cambio climático, asegura el oceanógrafo inglés Alex Rogers, miembro de la Sociedad Zoológica de Londres y director del Programa Internacional sobre el Estado de los Océanos.

Las afectaciones -dice- no se quedarán en el mar. Serán una especie de bumerán para la vida en la tierra. Y es que los océanos no sólo ocupan 71% de la superficie terrestre, también producen cerca de la mitad del oxígeno existente en la atmósfera y son como el termostato de la Tierra, porque contribuyen a regular la temperatura del planeta.

Sin oxígeno

Los fertilizantes utilizados durante décadas en los campos agrícolas en el suroeste de Estados Unidos son los responsables de que una región del golfo de México sea un lugar sin vida durante cierta época del año. “Se trata de la segunda zona muerta más grande del mundo”, señala Alex Rogers.

Esa zona es producto de la contaminación química. Resulta que al río Mississippi han ido a parar una gran cantidad de fertilizantes compuestos, principalmente, de nitrógeno. Cuando el río desemboca en el golfo de México también llega ese nitrógeno que estimula el crecimiento de plantas que, al descomponerse, provocan que los niveles de oxígeno en el lugar bajen hasta ser casi inexistentes. No hay oxígeno en esta parte del océano y los animales que están en esta zona, mueren.

Fue en 1972, cuando se observó por primera vez este fenómeno. Ahora, lo que llama la atención, es que “antes era esporádico, pero en los últimos años se ha observado que aparece cada verano y cada vez cubre un área más grande”. En 2008, esta zona ocupó más de 20 mil kilómetros cuadrados.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), existen cerca de 150 zonas muertas en el mundo. La preocupación de los expertos es que estas áreas se incrementen como consecuencia del calentamiento climático, porque los investigadores han observado que el fenómeno se presenta cuando las temperaturas se incrementan.

Un estudio encabezado por Gary Shaffer, de la Universidad de Copenhague, y publicado en la revista Nature, señala que si la temperatura del planeta continúa en aumento, los océanos serán más calientes y la circulación del agua sería más lenta. Esta combinación de factores provocaría que en algunas áreas exista una caída de los niveles de oxígeno y engrosen la lista de zonas muertas.

En México, una más

Durante la Globec Open Science Meeting, realizada en Victoria, Canadá, en junio pasado, científicos mexicanos presentaron un estudio en el que muestran la existencia de una zona en donde ya se comienza a presentar condiciones de “bajo oxígeno”.

Esta área se localiza en la boca del golfo de California. El investigador del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (Cicese) detalla que el poco oxígeno que hay en la zona está afectando el zooplancton del lugar y modificando la cadena alimenticia del lugar.

Los primeros estudios muestran que la zona con bajo oxígeno del golfo de California “no es una consecuencia del calentamiento global, parece ser una situación provocada por la poca circulación de agua que hay en el sitio, pero aún falta estudiar más”.

Farber Lorda señala que en el mismo congreso se presentaron casos de comunidades en Canadá que comienzan a ser abandonados por los pobladores, porque “decayó la pesca a niveles críticos, debido a las concentraciones de ozono en el mar”.

Aguas más ácidas

El reporte Cambio climático. Riesgos globales, desafíos y decisiones, elaborada por 70 científicos reunidos en marzo en Copenhagen, señala que el aumento de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera ya afecta a los océanos, los cuales presentan entre “27% a 34% del CO2 producido por las actividad humana desde la Revolución Industrial”.

La consecuencia directa de la presencia del CO2 es la acidificación de los océanos. “Se está cambiando la química de los océanos. En particular, se han observados cambios en su PH”, resalta el reporte.

“Si tu tomas una bebida muy acidificada, afectas el calcio de tus dientes. Eso es lo que está pasando en el océano: se está afectando a muchos organismos cuyas estructuras dependen del calcio, como las conchas, las algas, el coral y muchos otros”, explica Katherine Richardson, investigadora que encabezó el congreso que se realizó en Copenhagen.

Richardson señala que la Gran Barrera de Arrecifes en Australia presenta pérdidas de hasta el 19% del coral, debido a la acidificación del mar.

Que los corales se destruyan no es cosa menor. Se terminaría con especies vitales para mantener el equilibrio ecológico y con algunos servicios ambientales que los seres humanos obtienen de ellos, como la protección a las costas. Los arrecifes de coral cubren menos de 1% de la superficie de la Tierra, pero albergan entre 1.5 y 2 millones de especies. Además, protegen a las costas ante huracanes o tormentas.

Termostato alterado

Daniel Llunch, investigador del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), menciona que cualquier variación en el PH impacta en el crecimiento del fitoplacton, que es la base de la cadena alimenticia en el océano. “Es el alimento de muchos peces, entre ellos, sardinas, anchovetas o arenques fundamentales para la industria pesquera”, dice.

No sólo los humanos tendrían menos alimento. Muchas especies están en peligro de extinguirse por el deshielo de los polos, señala Richardson: “El sistema ecológico de la Antártida se construye sobre hielo de mar. Por debajo de esa capa de hielo hay una gran colección de fitoplancton, del cual se alimentan varias especies de peces que son el alimento para pingüinos, osos polares, ballenas y focas. Cuando se desgasta el hielo, el fitoplancton ya no se acumula ahí. Ya no hay comida... Cuando decimos que el oso polar está amenazado no se trata sólo por el calor, se trata de que no tiene comida”.

El deshielo de los polos también provocaría que los océanos absorban mayor cantidad de radiación solar. “El hielo y la nieve reflejan mucha de la radiación del Sol que recibe la Tierra. Si hay cada vez menos hielo, entonces esa radiación la absorben los mares y es posible que se pueda incrementar aún más la temperatura del planeta”, resalta Richardson.

El doctor Artemio Gallegos García, investigador del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, explica que el océano es el que más calor absorbe de la radiación solar. “El primer metro de profundidad del mar absorbe lo mismo que toda la atmósfera... Por ello, si se altera la capacidad térmica del océano, subirá la temperatura del planeta. Así que estamos afectando de manera sustancial el funcionamiento actual y futuro del clima”.

Salvar a los océanos

Una iniciativa mundial, denominada ARGOS, pretende colocar 15 mil sistemas de radiosondeo en diferentes zonas del océano para tener más datos sobre los cambios en los ecosistemas marinos.

Varios oceanógrafos, entre ellos Katherine Richardson y Alex Rogers, impulsan una iniciativa para crear “reservas biológicas en los mares, donde dejamos que las especies existan con la menor cantidad de estrés y así poder conservarlos”, explica Richardson. Del total de reservas biológicas del mundo, sólo el 10% se ubica en los océanos.

Nuestro país no cuenta con datos sistemáticos sobre la situación de los mares, asegura Artemio Gallegos. Menciona que 80% de las estaciones del Servicio Mareográfico Nacional han estado fuera de servicio por cerca de 15 años.




 
   
 
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